viernes, 26 de octubre de 2012

Las bodas de Figaro, de W. A. Mozart





Hacía muchos años que no iba a la ópera, de hecho, la última vez que fuí -que en realidad sólo fueron tres veces seguidas-, fué en mi infancia, debía de tener unos ocho años, fuí con toda mi familia, padres, abuelos y tíos, al Liceu de Barcelona. Y recuerdo poquísimo de ello, ni tan siquiera sé quien cantaba, ni qué operas vimos, ni nada, pero recuerdo perfectamente lo grande que era todo, y lujoso y especial que es ese teatro y también recuerdo lo cansada que estaba al cabo de un rato, creo que aguanté la primera hora y luego ya me dormí.

No sé si es que mis progenitores tuvieron la intención de inculcarnos el amor hacia la música clásica ya desde pequeños o que tuvieron la suerte de encontrar entradas a precios razonables, que ya sabemos que ir al Liceu o a cualquier otro gran teatro es todo un lujo; pero no caló en mí la música clásica hasta años más tarde, incluso décadas más tarde.

Y es que en febrero pasado por un golpe de suerte pude volver a ir a la ópera, fuí en compañía de una amiga, y vimos Las bodas de Figaro, una de las óperas más famosas en general y de las más importantes de la carrera de Mozart.

El teatro de la ciudad en la que vivo, que no es ni la mitad de grande que el Liceu, pero no deja de ser un teatro muy bonito, estaba abarrotado. Veías a la gente engalanada, y sonrisas y buen ambiente por todos lados. Nosotras estabamos nerviosas e impacientes ya de coger nuestro sitio, acomodarnos y disfrutar, y mientras se respiraba un aire lleno de arte y artistas.

Y cuando todo se oscureció y se alzó el telón empezó una de las más bellas óperas que se hayan escrito.
Para haceros un breve resumen a los que no sepáis de qué va, la trama transcurre en Sevilla, y Figaro está preparando su boda con Susanna, pero su señor, el conde de Almaviva, no está conforme y quiere ejercer su derecho a pernada, con lo que se complica todo...

La obertura es muy famosa, y seguramente mucha gente cuando la oiga la reconocerá ya que se ha utilizado en muchas películas. Pero esta ópera, además, tiene algunas arias bellísimas que consiguen emocionar, como por ejemplo, Porgi amor, qualche ristoro, cantada por la esposa del conde, Rosinna, afligida por las intenciones hacia Susanna de su marido:




Alguna vez había oído decir que o amas la ópera o la detestas, bueno, pues yo creo que si acabas amando la ópera, es una gran suerte tener alguien con quien compartir este gusto e intercambiar opiniones y a la vez aprender y enriquecerse. Después de un poco más de tres horas de ópera salimos encantadas y con ganas de más, muchas más óperas.

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