viernes, 4 de enero de 2013

El lago de los cisnes, de Piotr I. Tchaikovsky





El 2012 ha terminado para mi de una manera especial y muy musical, y es que fuí al ballet a ver El lago de los cisnes, clásico entre clásicos, sino el ballet más visto y popular. Y ya es la segunda vez que voy al ballet.


Una vez más la música no fué en directo, eso me apenó, pero lo achaco al presupuesto, quizá ésta fué la única nota negativa, ah, quizá también que la música se escuchaba demasiado baja y eso hacía que el público oyera el constante trajín de las zapatillas de los bailarines. Vale que el teatro no es inmenso pero no sé yo si eso es normal, a lo mejor algún día algún experto me lo puede confirmar.

Pero esta es básicamente la única pega al ballet, ya que la función entera me gustó a rabiar.
Los bailarines estuvieron todos fantásticos, con un dominio de los movimientos asombroso. La prima ballerina, quien interpretaba a Odette, la figura principal, me dejó varias veces boquiabierta. Es asombroso ver como son capaces de quedarse tanto rato de puntillas manteniendo el equilibrio y dando la sensación de ser gráciles y ligeras -que lo son-, sin ningún fallo aparente, o al menos nosotros no sabemos verlos.

En una de las piezas, una de las bailarinas tropezó y cayó pero en un momento volvió a levantarse y siguió con el ritmo como si nada hubiera pasado, yo aguanté la respiración y la señora que estaba sentada a mi lado no pudo evitar decir: -¡ay! Espero que la chica no lo oyera.

Cuando hablamos de ballet lo primero que viene a la cabeza son las bailarinas, pero yo creo que los hombres también pueden dejarte asombrada, desde luego se puede decir de esta vez, tuvieron momentos estelares, sin duda. Lo del vestuario y esas mallas tan apretadísimas que están obligados a llevar, es un tema aparte que daría mucho de sí. A mí personalmente no me acaba de gustar o deberían de alargar las chaquetas, no sé si me explico. Supongo que el motivo será que así se pueden apreciar mucho mejor los movimientos exactos que realizan... supongo.

Y que no se me olvide la música, la maravillosa música, compuesta en 1877 por el inmenso Tchaikowski, cuya premiere tuvo lugar en el teatro Bolshoi de Moscú.
Yo creo que durante toda la representación, la música es perfecta, consigue transportarte, maravillarte, es que hasta tuve algún momento "piel de gallina".

En fin, que valió muchísimo la pena, la función empezó a las seis de la tarde -muy europeo- y terminó a las nueve, con pausa incluída. Debo decir que empezó mucho más pronto de lo que es habitual, supongo que también se pensó en los artistas y los trabajadores del teatro, que querrían celebrar el fin de año.
La compañía de ballet se llama Fantasio, y es original de Rumania.


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