viernes, 31 de mayo de 2013

Banquete de bodas - Richard Brooks (1956)




Pues como me ha gustado esta película, no me lo esperaba para nada. Para ser honesta la he visto atraída exclusivamente por los actores principales, la gran Bette Davis y Ernest Borgnine.


Lo primero de todo, me ha sorprendido ver a una Bette Davis tan mayor, se la ve mayor, marchitada, cansada, con unos kilitos de más. Me ha sorprendido porque he averiguado que en 1956, año en que se rodó la película, ella tenía tan solo 48 años, y aparenta por lo menos 60. Luego de pensarlo me he dado cuenta de que estaba caracterizada para el papel, para que fuera más creíble, teniendo en cuenta que tiene dos hijos que ya están bien entrados en los veinte.

Todo empieza con Tom (Ernest Borgnine), el padre de familia, de profesión taxista, ha recibido una buena noticia, y es que uno de sus socios le anuncia que por fin pueden comprar una licencia de taxi y a su vez ser dueños del coche en cuestión. Cuesta su buen dinero, pero Tom es un hombre que lleva años ahorrando para cumplir su sueño.



Al llegar a casa por la mañana, después de haber estado conduciendo toda la noche, se encuentra con su familia en la cocina, su esposa, Agnes (Bette Davis), y su hija Jane (Debbie Reynolds). De una forma pasajera y sin darle mayor importancia, Jane les anuncia que va a casarse con su novio Ralph. Pero será una boda de lo más sencilla, sin convite y con la familia más íntima, padres y hermanos.

Al principio los padres se quedan sorprendidos y lo aceptan sin más pretensiones. Pero Agnes, después de cenar con sus futuros consuegros y darse cuenta de que son una familia sin preocupaciones económicas, no está de acuerdo en que su única hija tenga una boda tan sencilla, y a partir de este momento comienza un tira y afloja entre el matrimonio, Tom y Agnes, también entre madre e hija, Agnes y Jane, y por supuesto, entre la pareja de novios, Jane y Ralph.

La película tiene claramente un trasfondo, la boda de Jane es solamente la excusa para indagar en la propia vida de Agnes, de ver que su matrimonio no está bien. Poco a poco te das cuenta de que Agnes no es una mujer feliz, ya sea por la cuestión económica o porque quizá no ama tanto a su marido como quisiera. Pero no solamente se muestran las aflicciones de ella, sino también las de él, las de Tom, quizá un hombre frustrado por no haber conseguido mucho antes su sueño de ser su propio jefe.

Bette Davis se come la pantalla, algo que no sorprende, pero Borgnine a pesar de estar un pelín detrás de ella, también te gana el corazón. Es un final muy sorprendente, ya por eso vale la pena de ver.



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